- La Vieja Guardia
Los Hadza son una de las últimas tribus cazadoras-recolectoras del mundo. Se cree que han vivido en la misma tierra en el norte de Tanzania, comiendo bayas, tubérculos y 30 mamíferos diferentes durante 40.000 años. Dan Saladino, de la BBC, fue con ellos a buscar comida y cazar, ya averiguar si su dieta contiene lecciones para todos.
Tumbado boca abajo, metí la cabeza en el oscuro túnel y olfateé.
Olía a animal...
Lo que no podía creer era que alguien fuera a deslizarse allá dentro a sacar a ese animal.
Ese alguien era Zigwadzee. ¿Y el animal? Un puercoespín.
Después de entregar su arco y flecha y el hacha de miel a uno de sus compañeros cazadores hadza, Zigwadzee se quitó la ropa, tomó un palo corto y afilado, y desapareció por el agujero.
Entre mis compañeros de viaje estaba Tim Spector, profesor de Epidemiología Genética en el Kings College de Londres, quien quería saber si, si comía como un hadza, su propio microbioma se volvería más parecido al de ellos. Así que tomó muestras de sus propias heces antes y después de tres días en una dieta hadza, con el fin de comprobar si la variedad de bacterias presentes cambiaba.
Los resultados fueron impresionantes.
Después de sólo tres días, la diversidad de bacterias en su microbioma había aumentado en un 20%, y fue capaz de detectar formas raras de bacterias a menudo asociadas con una buena salud.
Pueden pasar años hasta que la investigación de Spector llegue a una conclusión definitiva sobre nuestra dieta óptima.
Pero hay cierta urgencia, porque las cosas están cambiando rápidamente para los hadza.
Durante muchos años, los agricultores han estado extendiendo sus territorios dentro de las tierras de los hadza.
En la última década han despejado 160 hectáreas de bosques cada año, bosques que eran la despensa silvestre hadza.
Los pastores y su hambriento ganado también han llegado en gran número, asustando a muchos de los 30 mamíferos salvajes diferentes que los hadza han cazado y comido durante decenas de miles de años.
Para mí, sin embargo, la mayor sorpresa fue una incursión de otro tipo.
A 30 minutos en auto de donde fuimos a cazar al puercoespín había una choza de barro en un cruce de caminos, y adentro, estantes llenos de latas de refrescos azucarados y paquetes de galletas.
Me había tomado 9 horas de camino sobre terrenos difíciles llegar allá, sólo para encontrar que las marcas más grandes del mundo habían llegado antes que yo.
Sin embargo, Zigwadzee mantenía viva la llama de la sabiduría hadza.
Poco después de que desapareciera por el hueco, oímos la voz distante de Zigwadzee.
Estaba a 2 metros bajo tierra dentro de una red de túneles y cámaras calientes, donde estaba escondido un puercoespín.
Mientras exploraba el mundo subterráneo del animal, les gritaba instrucciones a sus compañeros cazadores para que cerraran todas las rutas de escape.
Después de 40 minutos, volvió a emerger, cubierto de polvo y unas pocas pulgas, listo para excavar más allá, en el lugar exacto donde se encontraba el puercoespín.
Su final sería rápido y eficiente.
Cara a cara con el animal, Zigwadzee lo empujó con un palo gritándole: "Sal puercoespín... ven a mí... ¡ven aquí puercoespín!".
Aparecieron no uno sino dos puercoespines crestados, con sus largas púas blancas y negras y sus pesados cuerpos de 30 kilos.
Lo más sorprendente fue el ruido. Un muro de sonido creado por las púas que los animales agitaban para advertir de peligro llenó el ambiente y se intensificó a medida que Zigwadzee golpeaba fuertemente las cabezas de los puercoespines.
Pronto, todo terminó.
Los cazadores hadza comparten todo.
La suya es una sociedad igualitaria. No tienen estructuras de liderazgo y con la carne, especialmente, hay una obligación de dividir lo que se captura por igual.
Las entrañas, el corazón, el hígado y los pulmones se cocinaban en el lugar y se comen de inmediato. Las carcasas son cortadas, llevadas de vuelta a los campamentos y distribuidas.
Mientras observaba, y mordisqueaba nerviosamente un pedazo de hígado de puercoespín, me di cuenta de que había presenciado algo especial.
Una cacería y una comida, que me había permitido conectarme con el más antiguo de los pasados.
Fuente: BBC Mundo /Las fotografías son cortesía de Jeff Leach, del King's College de Londres