- La Vieja Guardia
Viaja en clase turista, se fotografía con todo el mundo, deja que lo besen, abracen o lo tomen por la cintura, y solo cinco personas desarmadas y sus amuletos lo cuidan. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, pone a temblar a policías y azafatas cuando sube a un avión comercial.
"Claro, las fotos que quieras", respondió sonriente AMLO, como también se le conoce, a una mujer que lo interceptó con la cámara de su celular lista justo cuando caminaba a la sala del avión que lo llevó a Sinaloa, la tierra del capo Joaquín el Chapo Guzmán, quien recibió un veredicto que lo dejará tras las rejas hasta su muerte.
Detrás de la entusiasta mujer, en cuestión de segundos, remolinos de personas rodearon al presidente que arrancó su gobierno jalando los bigotes de los feroces huachicoleros, ladrones de gasolinas, lo que se tradujo en una amenaza directa a él en la que le exigieron la retirada de militares que combaten ese delito.
Atento con los trabajadores aeroportuarios, López Obrador se despojó de su celular, chamarra, de las monedas y llaves que traía en los bolsillos de su pantalón, y como cualquier pasajero también se quitó el cinturón.
Desde lejos un policía federal asignado a la terminal aérea lo observaba.
“Cuando tiene que atravesar todo el aeropuerto para abordar es lo peor... la gente se le abalanza. Si un día alguien quiere hacerle algo no podremos impedirlo porque no le gusta que lo custodiemos”, Guardia de seguridad en el AICM.
"Ya no puedo andar así. Tiene que usar la sala VIP", concluyó el policía que prefirió guardar su anonimato.
"Un detente"
Al llegar a la fila para abordar, también fue presa fácil para la prensa.
Tras mencionarle que se dirigía a una de las zonas más peligrosas del país, la AFP lo consultó sobre su falta de escoltas: "¿Trae por lo menos chaleco [antibalas]?".
"Traigo mucha protección. Este es un ¡detente!", dijo mostrando la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, un corazón rojo. "Detente, el corazón de Jesús está conmigo", respondió leyendo en voz alta la oración que acompaña la imagen.
Un trébol y un dólar que le dio un migrante mexicano también forman parte de sus amuletos.
"Es horrible" volar con él
Ya arriba del avión, desde su asiento pegado a la ventanilla seguía concediendo fotografías. Una de ellas a Carmen Díaz, un ama de casa de 52 años que viajaba a Sinaloa para una fiesta.
"Nunca me lo hubiera esperado. Yo en una ocasión pensé que esto [de viajar en el mismo vuelo] iba a ser inseguro para todos los pasajeros pero (...) al contrario porque vigilan más el vuelo", comentó feliz.
"Vea a la gente cómo se amontona, lo rodean, la misma gente lo cuida", opinó Guillermo Von Boster, un capitán mercante de 68 años.
Pero una enojada azafata opinó lo contrario.
“Es horrible que venga en mi vuelo. La gente no hace caso de las indicaciones, se para de sus asientos, incluso en turbulencias, y la prensa no entiende que sus cámaras se pueden convertir en proyectiles en caso de que el avión sufra un imprevisto. Espero que nunca viaje con mi familia”, Alejandra Martínez, azafata.
Al bajar del avión, el mandatario recibe como primera escena en el aeropuerto de Culiacán, Sinaloa, a una multitud entre las que están simpatizantes y coléricas esposas de cientos de policías fallecidos en la lucha contra el narcotráfico.
Sin tener tiempo de atenderlas, López Obrador se perdió entre la multitud para dirigirse custodiado por un convoy de escoltas del gobernador regional a Badiraguato, donde nació el Chapo hace 61 años.
Fuente: AFP/ HuffPost